lunes, 29 de diciembre de 2008

Web 2.0, ¿revolución del conocimiento o culto de la mediocridad amateur?



Nuestro colaborador, Hugo Pardo Kuklinski, sigue investigando en Silicon Valley. En este artículo, nos ofrece una reseña de dos libros que están moldeando el debate actual sobre las tendencias de la Web 2.0...

Por Hugo Pardo Kuklinski
autor de digitalismo.com y Visiting Professor de Stanford University
Fuente: Materia Biz

No compraré muchos libros en mi estadía en Silicon Valley. Suficiente con el material que tengo para leer en las bibliotecas y recursos académicos de Stanford University. Igualmente me han sorprendido dos libros nuevos que sí he comprado y por aquí están en boca de todos.

Me refiero a Everything is miscellaneous. The power of the new digital disorder, de David Weinberger (Times Books. New York. 2007), y a The cult of the amateur. How today's internet is killing our culture, de Andrew Keen (Double Day/Currency. New York. 2007).

El caso es que ambos autores exponen ideas casi opuestas. Weinberger analiza la escritura colaborativa y su lógica miscelánea en el contexto de un nuevo orden digital que tiene un efecto de contra-poder. En tanto, Keen está directamente en contra de la producción amateur que rodea a la Web 2.0.

Como ambos libros se editaron casi al mismo tiempo y se conectan en forma controversial, se ha puesto de moda reunir a los autores en conferencias. Les recomiendo el debate de ambos en la Conversation Hub Supernova (Junio 2007), aunque la entrevista informal durante el mismo evento es imperdible. Otro ámbito de debate que compartieron es una discusión en el Wall Street Journal.

Vale sumar también la exposición de Keen (entre otros invitados que lo cuestionan) en la Conferencia AlwaysOn Stanford Summit (Agosto 2007). Siguiendo con la "gira", ambos autores estarán juntos en Amsterdam a fines de septiembre.


Analicemos ambos trabajos...

La idea central del libro de Weinberger es que existen tres órdenes del conocimiento en la organización de la información.

El primer orden es el propio convencional de los objetos. Una biblioteca con sus libros en estanterías, por ejemplo. O las fotos de viajes puestas en álbumes ordenados por fecha.

El segundo orden (del orden) sería un catálogo conteniendo información de los libros de una biblioteca, o el ISBN, por ejemplo. Este segundo orden tiene grandes limitaciones, ya que sólo son catalogados algunos pocos datos. El problema es que cuando se organiza la información de una manera, se la está desorganizando de otra y en el fondo se trata de una construcción de sentido, de una configuración de poder legitimando unos elementos por sobre otros que quedan relegados. Si se cataloga un libro por orden alfabético, no se lo puede organizar por año de edición, ni tamaño, ni éxito de ventas, ni color, etc. Ese es el histórico papel "poderoso" del director de un medio o del editor de una colección de libros. Ambos órdenes son átomos, cosas físicas que ocupan lugar y requieren de una compleja actualización y uso.

Pero el tercer orden (del orden) es la digitalización. Además de no ocupar espacio físico, promueve una distribución más eficiente, así como una selección y toma de sentido a gusto del usuario y no exclusivamente del editor. La organización digital se trata de un metaorden que prescinde del papel y su lógica unidimensional. Weinberger señala que el mundo digital permite trascender la más fundamental regla de organización del mundo real: la de que cada cosa tiene su lugar.

Con su digitalización, se le puede asignar a la información múltiples lugares y verdades, a gusto del consumidor. Este orden misceláneo no sólo transforma los negocios, sino que está cambiando cómo se piensa la organización de las cosas y hasta la educación. Hoy es más valioso saber buscar, relacionar y comprender la enorme masa de datos. Antes, sólo se trataba de recordarlos.

El análisis del autor es apasionante, porque nos hace entender que la organización de la información (en definitiva de nuestro conocimiento) no se deriva de la organización "natural" del mundo, sino que refleja nuestros intereses y necesidades, construyendo creencias y poder. Esas limitaciones físicas de los primeros dos órdenes no sólo limitan nuestra percepción del mundo, sino que además dan mayor poder a las organizaciones responsables de editar la información, en detrimento de quienes crean los contenidos.

Los "mainstream media" deciden qué exponer y qué ignorar, otorgando relevancia dentro de la complejidad, con el fin de conquistar la atención de los usuarios. Y con este destacado rol, las empresas que se dedican a crear o distribuir contenidos, ganan dinero y poder decidiendo cómo organizar la información a nivel de interfaz. Weinberger afirma que el conocimiento es cambiante, diverso, e imbuido por los valores culturales históricos. Emerge desde el pensamiento público y social, porque la conversación y las ideas derivadas de ese debate nunca finalizan. Por esto cualquier sistema simple de clasificación genera problemas de comprensión cultural y falta de sintonía con la configuración de la propia naturaleza.

En definitiva, todo lo que sea escritura colaborativa y des-intermediación, mediante tags y múltiples sistemas organizativos, es un valor positivo para desbaratar los dos órdenes analógicos que describe el autor. La Web 2.0 es el más claro ejemplo de esa nueva construcción de poder bottom-up.

La propuesta de Keen, en cambio, es pura controversia y una valiente y oportuna (comercialmente hablando) crítica a la Web 2.0, hecha desde el propio corazón de la industria, aunque con muchas lagunas conceptuales. La idea central de "The cult of the amateur" es que la Web colaborativa y los contenidos resultantes de sus aplicaciones abiertas están creando una selva de mediocridad, y que deben ser los mass media quienes tengan la potestad de producir, editar y distribuir información, limitando a los demás agentes a meros lectores, como funcionó la industria cultural en el siglo pasado.

La base del libro es un argumento elitista y falaz: la producción de cultura e información es sólo para unos pocos elegidos, y siempre tamizados bajo la eficiente responsabilidad de los editores. Según Keen, la baja calidad y fiabilidad de la información que recibimos desde Wikipedia, YouTube, MySpace o desde los miles de blogs populares, distorsiona y corrompe nuestra conversación cívica.

Contradiciendo abiertamente la tesis de Keen, justamente en estos días se está emitiendo en un canal de San Francisco la investigación Buying the war de Bill Moyers, quien analiza de una manera extraordinaria cómo los principales medios de comunicación americanos dieron total apoyo acrítico a la invasión a Irak del gobierno de Bush y cómo ese apoyo sin restricciones facilitó el engaño del argumento de las armas de destrucción masiva (y la consecuente acción militar).

Allí el rol de los editores profesionales en la búsqueda de la verdad y la "calidad" de la información brillaron por su ausencia, privilegiando la alianza de intereses de estos medios con el gobierno republicano. Keen insiste en una acertada crónica de malos usos en la Web 2.0. Prácticas que señalan que existen algunos problemas éticos y bullshit en la Web actual que no se debe pasar por alto.

Sin embargo el libro es valioso para buscar el término medio. Ni la escritura colaborativa es la revolución mediática, como muchos señalan, ni los mass media son un culto a lo profesional, como dice Keen. La clave está en la positiva convivencia, contaminación y convergencia de ambos modelos de comunicación, hacia nuevos horizontes mediáticos de mayor cultura cívica.




Hugo Pardo Kuklinski (www.digitalismo.com)
Experto e investigador en desarrollo de aplicaciones web institucionales. Doctor en Comunicación Audiovisual en la Universidad Autónoma de Barcelona. Profesor Titular de la Universitat de Vic, en Barcelona.

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