viernes, 20 de abril de 2007

Las computadoras del futuro usarán tarjetas perforadas

Ariel Torres
He leído mucha ciencia-ficción, y lo vengo haciendo desde muy chico. Es decir, desde mucho antes que el género fuera aceptado por las eminencias académicas y durante suficiente tiempo para observar con qué frecuencia las predicciones de los autores fallan, y de qué manera lo hacen.

No discutiré sobre los valores literarios de la ciencia-ficción aquí. En primer lugar, por razones de espacio. En segundo lugar, porque no creo en los géneros. O, más bien, creo que la verdadera obra de arte derrota toda clasificación. Hamlet podría encuadrarse en el género policial, y Romeo y Julieta emparejarse con las novelas de la Austen, pero sabemos que no es así y es allí donde, en mi concepto, reside su arte.

Luego del informe que el contralmirante Chris Parry presentó la semana última para mostrar los desafíos que podrían encontrar en el futuro las Fuerzas Armadas británicas, quiero limitarme al tema de la predicción. En su trabajo, Parry augura un futuro si no negro, pardo oscuro. Aunque se ataja diciendo que son no predicciones firmes (¿cómo podrían serlo de aquí a 30 años?), el nivel de detalle es sospechosamente fino. En lo que nos concierne, dice -por ejemplo- que en 30 años estaríamos usando chips implantados en el cerebro.

Excepto porque me asusta y me provoca rechazo el tener un dispositivo electrónico metido en el cráneo, estaría buenísimo. No haría falta ya cargar con pantallas, auriculares, parlantes envolventes y la aventura 3D podría crear la ilusión de gravedad, tacto y movimiento sin necesidad de gastar fortunas en cabinas, trajes y guantes. Deme dos.

Sólo me hago una pregunta: ¿por qué extender de aquí a 30 años una tecnología que ya existe hoy, por ejemplo, para tratar la ceguera? Es decir: ¿por qué suponer que dentro de 30 años vamos a necesitar implantar un chip en el cerebro?

Es el mismo error que cometen muchos excelentes autores de ciencia ficción. Novelas de los años 50 que hablan de un futuro lejano en el que las computadoras usan todavía tarjetas perforadas (como en los 50, claro).

Luego de leer esto de los chips cerebrales me di cuenta de que el problema no es predecir el futuro, sino sustraerse del presente. Poquísimos escritores lo han conseguido (Herbert con Duna ; Silverberg con Sadrac en el Horno ), y se me ocurre que el informe de Parry tropieza con este viejo, difícil y engañoso arrecife. Lo diré más simple: no me extrañaría que en 30 años hayamos encontrado formas de interactuar con el cerebro sin practicarle hoyos en la cabeza a nadie. Como fuere, esta sola extrapolación de Parry pone en duda la verosilimilitud del resto de su informe. Ya veremos.

fuente: www.lanacion.com.ar