viernes, 31 de agosto de 2007

El huracán Twitter

El microblogging se legitima como recurso para obtener y producir noticias: mientras los diarios del mundo lo suman como canal de difusión, entre los periodistas ciudadanos nace una nueva forma de conectarse.



Para entender su potencial se podría recurrir a una situación hipotética. José, llamémosle José, camina por la calle y se topa con un hecho inusitado, que podría aparecer en la tapa de cualquier matutino. Podríamos suponer, por ejemplo, que José presencia una manifestación, una catástrofe o un atentado. José no tiene a mano una laptop para contar los hechos en su blog, pero como como casi todos los argentinos, sí lleva a todos lados su teléfono celular. Entonces, y antes que nadie, postea la noticia en su Twitter y da cuenta de los hechos a toda la comunidad twittera, que de esa forma accede a la información antes que nadie. Su única limitación: condensar todo lo que ve en 140 caracteres, es decir, no más de 20 palabras.


Ahora bien, ¿qué es Twitter? Lanzada en octubre de 2006, la plataforma es acaso la más conocida dentro del microblogging -mezcla de chat, red social y blog-, aunque también ofrecen esa posibilidad Pownce y Jaiku, y, para los que prefieren el español, TwiLove y México Diario. Pero recién en marzo de este año Twitter comenzó a pisar fuerte entre los usuarios de Internet, después de obtener un Web Award en la conferencia SXSW por "revolucionar el poder de la publicación de contenidos".

La consigna que plantea es simple: responder a la pregunta "What are you doing?" (¿Qué estás haciendo?) vía web o a través del celular. Las respuestas de sus usuarios, en cambio, trascienden la pregunta y alcanzan resultados disímiles; están los twitters literarios como el de Rayuela Project, que repasa la obra de Cortázar en posts de 140 caracteres, están los publicitarios, los noticiosos, los educativos y hasta los que nuclean a empresarios de pequeñas y medianas empresas.

"Twitter es como un cadáver exquisito en su conjunto, pero si lo desglosás, encontrás de todo: en algunos podés ver una línea narrativa coherente, tipos que te cuentan lo que hacen en el día. Y en el otro extremo podés encontrarte a alguno que tira frases bomba, guiadas por el simple hecho de querer ser mirado, o mejor dicho, leído", opina Florencia Goldsman, licenciada en Comunicación y usuaria de la plataforma. Algo parecido asegura Julia desde su perfil: "El twitter visto en primer plano es fascinante ruido, y en visión panorámica es una hermosa sinfonía".

De este lado del mundo, la red social llegó de la mano de los periodistas Darío Gallo y Pablo Mancini, que hace dos meses crearon Tuitiar con la idea de nuclear a una comunidad que crecía de forma acelerada. Hoy, los twitters que conforman esta red apenas superan los 500 miembros, pero se espera que en los próximos meses el número ascienda exponencialmente. "El objetivo de este proyecto es realizar entre todos una cartografía de cuántos y quiénes somos los usuarios de Twitter. Un mapa que construiremos sumando nuestros nodos", sueltan ellos en su blog.

Y, si bien su uso todavía se circunscribe más al chateo, las posibilidades que Twitter ofrece como generador de novedades son extensas. Aunque los diarios del mundo entero ya lo usan como canal para la difusión de noticias (Clarín.com también informa a través de este medio desde principios de mes), es posible que el verdadero potencial de la herramienta resida en permitir que las primicias sean contadas por sus propios protagonistas en tiempo real a través del teléfono celular y el acceso directo que ofrece a las mejores fuentes. Porque, ¿quién dijo que los protagonistas del mañana no tienen Twitter?

sábado, 25 de agosto de 2007

Música compacta Y bien Hi-Fi

Cuáles son los principales programas que permiten mejorar la calidad de las grabaciones digitales, nivelar volúmenes o reparar las pistas dañadas.


Miguel Distéfano.
next@clarin.com


Así como los gustos musicales varían según la persona, también difiere la forma de guardarla. Las canciones pueden ser transformadas o convertidas a diferentes formatos digitales. Es probable que la ciberdiscoteca sea más que heterogénea y que haya muchas canciones en formatos diferentes y grabadas con distinto volumen de sonido y calidad.

El formato más común, se sabe, es el MP3. Y la forma de grabación de este formato de compresión, que permite que una canción de 3 minutos ocupe sólo alrededor de 3 MB en la computadora, puede variar.

Así, al escuchar las canciones, habrá varias que se escuchen con un sonido más bajo, otras que tengan variaciones de volumen mientras se reproducen y otras que se oirán francamente mal. Pero, por suerte, hay programas que permiten efectuar algunas correcciones sobre los archivos para que suenen mejor. Por supuesto, no hay milagros: los archivos ya comprimidos no van a tener la misma calidad que unos grabados desde el vamos con todas las de la ley.


Control de calidad. Ahora bien, antes de proceder a iniciar las mejoras conviene ver cómo están los archivos. Para analizar su estado, es posible utilizar una herramienta como MP3 Tester, que examina todos los MP3 para ver si cumplen con un determinado estándar de calidad. Otra opción es EncSpot Basic, que muestra todos los datos de cada MP3 y permite saber si los archivos están dañados. Después de haber sido analizados se puede empezar con las mejoras. Para eso, existen varias opciones.

Para nivelar volúmenes se puede utilizar el soft MP3Gain, ideal para no tener que andar subiéndolos y bajándolos a cada rato. Algo parecido realiza MP3 Trim, pero le añade las funciones de añadir silencios o agregar efectos como el fade in/out.

Más completo aún es el MP3 Stream Editor, que además de editar los archivos permite reparar archivos que estén dañados. Incluye la opción para unir o dividir MP3, editarlos o convertirlos. Por su parte, MP3 Repair Tools es otra opción para modificar los archivos. Se encarga de borrar los comienzos y finales de los archivos pero ya desde el vamos aclara que es mejor hacer una copia de seguridad de los mismos, porque no ofrece garantías de lo que pueda pasar con esos archivos.

Uno de los principales programas que permiten la nivelación de los archivos de música digitales es MP3 Doctor. A pesar de su nombre, no es exclusivo, ya que también trabaja con los archivos WAV. Nivela el volumen de una o varias canciones en MP3, ya sea que unas se escuchen más bajas que otras o que tengan variaciones de sonido.

Sólo hay que seleccionarlas de la carpeta donde estén guardadas y hacer clic en Normalize. El programa las guarda con distinto nombre, así que es posible escuchar las dos versiones para comprobar la diferencia. MP3 Doctor también es capaz de editar una canción que tal vez tenga un silencio demasiado prolongado al principio, mientras que la función de Resample promete nivelar todos los archivos a diferentes formatos de calidad.

Los archivos podrán ser regrabados a un nivel estándar de calidad, para escucharlos mejor. Otras opciones son las de ecualización, Karaoke, Tempo y Pitch. La versión que se consigue en la Web permite modificar veinte archivos y después habrá que registrarse.


Bookmarks

Algunos programas son:

MP3 Doctor
www.mp3doctor.com
MP3 Repair Tools
www.drtag.de/en/
descriptionmp3rt.htm
MP3 Surgeon
www.mp3surgeon.co.uk/
MP3 Tester
www.bynasoft.com/
mp3test.php
EncSpot
www.guerillasoft.com/
Encspot/index.html
MP3 Gain
www.mp3gain.
sourceforge.net/
MP3 Trim
www.logiccell.com/
mp3trim
MP3 Stream Editor
www.3delite.hu/MP3SE/
MP3 Repair Tools
www.drtag.de/en/
descriptionmp3rt.htm
MP3 Doctor
www.mp3doctor.com

Discos rígidos en red : van conectados a varias computadoras

Con estos dispositivos, los equipos del hogar pueden acceder a los mismos archivos y compartir música e imágenes. Larry Magid.
next@clarin.com
Hoy en día no cuesta nada acumular cientos de gigabytes de datos. Unos cuantos MP3, las fotos de las vacaciones, películas y programas de televisión y, de pronto, el disco rígido de 80 gigabytes empieza a quedar chico. Conectar un disco rígido externo es la solución obvia, pero cuando todo el mundo en la casa quiere acceso al contenido en cualquier momento y desde cualquier habitación, el consumidor de datos necesita dar un paso más para llegar al almacenamiento conectado a una red.

La diferencia entre los discos rígidos externos comunes y los dispositivos de almacenamiento conectados a una red es sencillo. Si uno tiene computadoras conectadas al mismo router, tiene toda la infraestructura que necesita para una red de área local.

El software para conectar varias PC o Mac está incorporado en todas las versiones recientes de Windows y Mac OS X, de manera que los archivos de la computadora pueden ser accesibles a otras personas activando la función de compartir archivos. Se conecta un disco rígido externo a una de esas computadoras con un cable USB, y las personas en la red podrán acceder a los datos de esa unidad externa. Esto es así, al menos, mientras la computadora conectada a ese disco rígido esté funcionando y la unidad externa esté enchufada.

Si esa computadora estuviera apagada, el almacenamiento conectado a la red soluciona ese problema: es una unidad de disco rígido externo que se conecta al router por un cable Ethernet, de modo que todas las computadoras conectadas a ese router, por cable o en forma inalámbrica, pueden acceder a todo lo que se almacene allí.

La parte más difícil podría ser determinar qué unidades de los compartimentos de almacenamiento serán unidades de almacenamiento conectadas a la red. Muchos productos de ese tipo usan la palabra "compartido" para diferenciarse, pero en general la caja debería decir "almacenamiento conectado a la red" (network-attached storage o N.A.S., en inglés).

Otro dato: un dispositivo de almacenamiento conectado a la red usa un cable Ethernet, aunque también puede tener un puerto USB. En teoría, agregar un dispositivo de almacenamiento de red debería ser fácil. Se enchufa el cable eléctrico, se usa el cable Ethernet para conectar la unidad al router y se ejecuta el CD de instalación en una de las computadoras en red. Pero no siempre es así de fácil. Si bien la instalación no requiere esfuerzo en una máquina con Windows XP ni en una Mac con OS X pero, en principio, con Windows Vista no funciona.

Existe todavía otra variación flexible más en los dispositivos de almacenamiento conectados a la red, aunque un poco más cara: los routers inalámbricos con puerto USB para conectar una unidad externa.

A veces la mejor estrategia es mantener las cosas a un nivel simple. Si la necesidad de trasladar archivos entre computadoras es sólo ocasional, puede hacerse con un disco rígido externo USB independiente (algunos son de tamaño pequeño y lisos, de modo que se los puede trasladar de una máquina a otra como cualquier unidad de actualización).

Con cualquiera de los sistemas, no obstante, hay que pensar en tener una copia de seguridad de los archivos valiosos e irremplazables en un servicio de almacenamiento online o, también, guardarlos en CD o en DVD.


The New York Times y Clarín.

miércoles, 1 de agosto de 2007

Los justos

Jueves 02 de Febrero, 2006

Los miércoles a las nueve de la noche, hora de Nueva York, la cadena norteamericana ABC emite una serie de televisión que me gusta. A esa misma hora un mexicano llamado Elías, dueño de un vivero en Veracruz, la está grabando directamente a su disco rígido, y tan pronto como acabe subirá el archivo a Internet, sin cobrar un centavo por la molestia. Tiene esta costumbre, dice, porque le gusta la serie y sabe que hay personas en otras partes del mundo que están esperando por verla. Lo hace con dedicación, del mismo modo que trasplanta las gardenias de su jardín para que se reproduzca la belleza.

A las once de la noche de ese mismo miércoles, Erica, una violinista canadiense de venticuatro años que ama la música clásica, baja a su disco rígido la copia de Elías y desgraba uno a uno los diálogos para que los fanáticos sordomudos de la serie puedan disfrutarla; distribuye esos subtítulos en un foro tan rápido como puede. No cobra por ello ni le interesa el argumento: lo hace porque su hermano Paul nació sordo y es fanático de la serie, o quizás porque sabe que hay otra mucha gente sorda, además de su hermano, que no puede oír música y debe contentarse con ver la televisión.

A las 3:35 de la madrugada del jueves, hora venezolana, Javier baja en Caracas la serie que grabó Elías y el archivo de texto que redactó y sincronizó Erica. Javier podría ver el capítulo en idioma original, porque conoce el inglés a la perfección, pero antes necesita traducirlo: siente un placer extraño al descubrir nuevas etimologías, pero más que nada le place compartir aquello que le interesa. Para no perder tiempo, Javier divide el texto anglosajón en ocho bloques de tamaños parecidos, y distribuye por mail siete de ellos, quedándose con el primero.

Inmediatamente le llega el segundo bloque a Carlos y Juan Cruz, dos empleados nocturnos de un Blockbuster boneaerense que suelen matar el tiempo jugando al ajedrez, pero que ocupan los miércoles a la madrugada en traducir una parte de la serie, porque ambos estudian inglés para dejar de ser empleados nocturnos, y también porque no se pierden jamás un capítulo.

El tercer bloque de texto lo está esperando Charo, una ceramista de Alicante que está subyugada por la trama y necesita ver la serie con urgencia, sin esperar a que la televisión española la emita, tarde y mal doblada, cincuenta años después. El cuarto bloque lo recibe María Luz, una tipógrafa rubia y alta que trabaja, también de noche, en un matutino de Cuba: María Luz deja por un momento de diseñar la portada del diario y se pone rápidamente a traducir lo que le toca. Dice que lo hace para practicar el idioma, ya que desea instalarse en Miami.

El quinto bloque viaja por mail hasta el ordenador de Raquel y José Luis, una pareja andaluza que vive de lo poco que le deja una librería en el centro de Sevilla. Llevan casados más de venticinco años, no han tenido hijos, y hasta hace poco traducían sonetos de Yeats con el único objeto de poder leerlos juntos, ella en un idioma, él en otro. Ahora, que se han conectado a Internet, descubrieron que además de buena poesía existe también la buena televisión.

El sexto bloque le llega a Ricardo, en Cuzco: Ricardo es un homosexual solitario —y muchas noches deprimido— que traduce frenéticamente mientras hace dormir a su gato Ezequiel. El séptimo lo recibe Patrick, un inglés con cara de bueno que viajó a Costa Rica para perfeccionar su español, lo desvalijó una pandilla casi al bajar del avión pero igual se enamoró del país y se quedó a vivir allí. Y el octavo bloque le llega, al mismo tiempo que a todos, a Ashley, una chica sudafricana de madre uruguaya que es fanática de la serie porque le recuerda (y no se equivoca) a su libro favorito: La Isla del Tesoro.

Los ocho, que jamás se han visto las caras ni tienen más puntos en común que ser fanáticos de una serie de la televisión o de un idioma que no es el materno, traducen al castellano el bloque de texto que le corresponde a cada uno. Tardan aproximadamente dos horas en hacer su parte del trabajo, y dos horas más en discutir la exactitud de determinados pasajes de la traducción; después Javier, el primero, coordina la unificación y el envío a La Red. Ninguno de los ocho cobra dinero para hacer este trabajo semanal: para algunos es una buena forma de practicar inglés, para otros es una manera natural de compartir un gusto.

A esa misma hora Fabio, un adolescente a destiempo que vive en Rosario, a costas de sus padres a pesar de sus 23 años, encuentra por fin en el e-mule la traducción al castellano del texto. Con un programa incrusta los subtítulos al video original, desesperado por mirar el capítulo de la serie. A veces su madre lo interrumpe en mitad de la noche:

—¿Todavía estás ahí metido en Internet, Fabio? ¿Cuándo vas a hacer algo por los demás, o te pensás que todo empieza y termina en vos?

—Tenés razón mamá, ahora mismo apago —dice él, pero antes de irse a dormir coloca el archivo subtitulado en su carpeta de compartidos para que cualquiera, desde cualquier máquina, desde cualquier lugar del mundo, pueda bajarlo. Fabio jamás olvida ese detalle.

Los jueves suelo levantarme a las once de la mañana, casi a la misma hora en que Fabio, a quien no conozco, se ha ido a dormir en Rosario. Mientras me preparo el mate y reviso el correo, busco en Internet si ya está la versión original con subtítulos en español de mi serie preferida, que emitió ocho horas antes la cadena ABC en Estados Unidos. Siempre (nunca ha fallado) encuentro una versión flamante y me paso todo el resto de la mañana bajándola lentamente a mi disco rígido, para poder ver el capítulo en la tele después de almorzar. Mientras espero, escribo un cuento o un artículo para Orsai: lo hago porque me resulta placentero escribir, y porque quizás haya gente, en alguna parte, esperando que lo haga.

El artículo de este jueves habla de Internet. Dice, palabras más, palabras menos, algo que hace venticinco años dijo Borges mucho mejor que yo, en un poema maravilloso que se llama Los Justos:


"Un hombre que cultiva un jardín, como quería Voltaire.
El que agradece que en la tierra haya música.
El que descubre con placer una etimología.
Dos empleados que en un café del Sur juegan un silencioso ajedrez.
El ceramista que premedita un color y una forma.
Un tipógrafo que compone bien esta página, que tal vez no le agrada.
Una mujer y un hombre que leen los tercetos finales de cierto canto.
El que acaricia a un animal dormido.
El que justifica o quiere justificar un mal que le han hecho.
El que agradece que en la tierra haya Stevenson.
El que prefiere que los otros tengan razón.
Esas personas, que se ignoran, están salvando el mundo."

Hernán Casciari


http://orsai.es/2006/02/los_justos.php

El blog de quien lo escribió es: http://blogs.elpais.com/espoiler/index.html